El diezmo no es sólo un acto de dar: ¡es un acto de adoración! Probablemente seas un dador alegre, pero tal vez, sin pensarlo, hayas permitido que el diezmo se convierta en un ritual religioso: escribe el cheque, ponlo en el balde, fin de la historia. Pero el proceso de ofrecer el diezmo ante el Señor es un acto sagrado de honor. 

Bajo el Antiguo Pacto, el pueblo debía llevar su diezmo (las primicias de sus ingresos) al sacerdote declarando: “Con este regalo reconozco al Señor tu Dios que he entrado en la tierra que él juró a nuestros antepasados que nos daría”. ” (Deuteronomio 26:3). Luego el sacerdote colocaba el diezmo en una canasta y lo presentaba en el altar ante Dios mientras el pueblo declaraba en voz alta su redención ante el Señor ( Deuteronomio 26:5-10, 26:13-15).

Hoy Jesús recibe nuestros diezmos mientras los presentamos regocijándonos en nuestra liberación del reino de las tinieblas y nuestra entrada a Su reino (Colosenses 1:13). Él recibe nuestros diezmos, los presenta al Padre y nos bendice (lea Hebreos 7). 

El lugar al que llevamos el diezmo es, según Malaquías 3:10, el alfolí, o el lugar donde recibimos nuestro alimento espiritual, donde está en funcionamiento un pastor, evangelista, apóstol u otro ministerio.

Si está listo para llevar su diezmo al siguiente nivel, presente su diezmo a Jesús hablando esta confesión con fe:

Te confieso hoy, Señor Dios, que he entrado en la herencia que juraste darme. Yo era un pecador mantenido en esclavitud y en oscuridad por satanás. Pero invoqué el Nombre de Jesús, y Tú escuchaste mi clamor y me libraste del poder y la autoridad de las tinieblas. Me levantaste de mi aflicción y opresión. Me acogiste, me perdonaste y me tradujiste al reino de tu amado Hijo. Me hiciste tuyo por la sangre derramada de Jesús y me diste autoridad sobre el maligno.

 

Jesús, como mi Señor y Sumo Sacerdote, traigo las primicias de mis ingresos que Tú me has dado. Espero que lo pongas ante el Padre y lo adores con él. Me alegro de todo el bien que me has dado a mí y a mi casa. He escuchado la voz del Señor mi Dios y he hecho conforme a todo lo que me has mandado.

 

Mira ahora desde el cielo, tu santa morada, y bendíceme, a tu hijo y siervo, conforme a tus riquezas en gloria. Bendice mi trabajo y el trabajo de mis manos como lo has prometido en Tu Palabra.

 

¡Declaro que LA BENDICIÓN se está derramando y que no hay suficiente espacio para recibirla! Dios, por mi causa has reprendido al devorador. La obra de mis manos no será destruida ni quedará en nada. Hoy estoy experimentando el crecimiento sobrenatural de Dios y camino en él por fe. Te adoro, Señor, y lo doy por hecho, en el Nombre de Jesús.

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