Después de la caída del hombre en el huerto de Edén, cuando Adán cometió la más grande traición contra el Creador; Dios no lo abandonó para que sufriera por la eternidad en ese estado
pecaminoso. En lugar de eso, en Su gran misericordia y amor, de inmediato creó un plan para recuperar al ser humano —un plan de redención—.
Todo esto fue un misterio que estaba escondido en Dios, hasta que finalmente llegó el momento de que ese plan se cumpliera. Éste debía estar escondido —pues Dios no quería que Su enemigo, el
diablo, interrumpiera o estropeara Su plan—. Este glorioso plan de redención se encargaría de echar fuera a Satanás por completo. ¡Alabado sea Dios! En Romanos 16:25-27, dice que aunque el
plan se mantuvo en secreto desde la creación del mundo, ahora se nos ha revelado a través de Su Palabra:
«Al que puede fortalecerlos en la fe conforme a mi evangelio y predicación (acerca) de Jesucristo (el Mesías), de acuerdo a la revelación del misterioso plan de redención que estuvo en
silencio y en secreto desde hace muchas décadas, pero ahora es revelado y a través de las Escrituras de los profetas es dado a conocer a las naciones, de acuerdo al mandamiento del Dios
eterno, [para ganarlos] para que obedezcan la fe, ¡al único Dios sabio sea la gloria para siempre a través de Jesucristo (el Ungido)! Amén (así que sea hecho)».
La siguiente enseñanza te ayudará a entender paso a paso la realidad del plan de Dios y la parte que desempeñas dentro de él. Una vez que entiendas y apliques lo que aprendiste, podrás
permanecer firme en contra del ataque del enemigo quien quiere derrotarte.
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El plan de redención necesitó una encarnación (la unión de la divinidad con la humanidad en Jesucristo —Dios se hizo
hombre en la persona de Jesucristo—).
Debido a que el hombre fue el protagonista en la caída, también un hombre –Jesús– tuvo que ser el protagonista de la redención. Después de la caída, la presencia de Dios ya no estuvo con el
hombre, por tanto, cualquier persona que nacía en el mundo, era gobernada por Satanás debido a la traición de Adán, por tanto, el ser humano no conocía a Dios en lo natural. (Lucas 4:6). Así
que, el objetivo de la encarnación fue que el hombre recibiera una vez más la vida eterna de Dios, y esta vez a través de la muerte sustitutiva, sepultura y resurrección de Jesús. Y fue así
como se le dio el derecho de ser hijo de Dios al ser humano una vez más (Juan 1:12-13; 2 Pedro 1:3-4).
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La redención viene del conocimiento de la verdad.
El poder divino de Dios ya proveyó todo lo que le pertenece a la vida y a la piedad, a fin de que el hombre escape de la corrupción del mundo, y sea parte de la naturaleza divina de Dios. A
través del conocimiento de Jesús nuestro Señor, puedes obtener la gracia y la paz de Dios (2 Pedro 1:1-4). En estos versículos, la palabra conocimiento significa: “entendimiento, total
discernimiento, reconocimiento”. Y en cuanto reconozcas, confieses y recibas a Jesús como tu Salvador y Señor, Su naturaleza habitará en ti.
La revelación del conocimiento de Dios es la realidad y la verdad de Su Palabra, la cual es revelada por medio del Espíritu Santo. No es sólo un producto de la sabiduría humana (Santiago
3:13-18). ¡Literalmente es una sabiduría otorgada por la revelación de Dios en cuanto lo reconoces e inviertes tiempo en Su Palabra!
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El señorío de Satanás ha sido destruido.
En Apocalipsis 12:11, se nos enseña que los creyentes vencieron a Satanás por medio de la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio, o confesión. La confesión da como resultado
posesión. Así que confiesa con valentía o declara con firmeza lo que Dios dice acerca de ti en Su Palabra: «Soy vencedor por la sangre del Cordero y por la palabra de mi testimonio. He sido
redimido del señorío de Satanás. Y sus armas forjadas no prosperarán contra mí». (Isaías 54:17; 2 Corintios 10:4; Santiago 4:7).
Jesús es la cabeza de la Iglesia, no Satanás (Efesios 4:15-16, 5:23; Colosenses 1:18, 2:10). Si ya aceptaste a Jesús como el Señor de tu vida, entonces Satanás ya no puede gobernarte. Su
señorío sobre tu vida ha sido destruido para siempre. ¡Aleluya!
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Fuimos comprados con un precio.
En 1 Corintios 6:19-20, se nos afirma que somos templos del Espíritu Santo, pues Él habita en nuestro interior. No somos dueños de nosotros mismos. Fuimos comprados con la preciosa sangre de
Jesús, la cual fue el precio que se pagó por medio del plan de redención. Por esa razón, debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo y espíritu.
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Ya comenzamos a caminar en nuestra herencia.
En cuanto tomamos nuestro lugar en Su reino, y asumimos los derechos y privilegios que nos pertenecen en Cristo; Dios nos responde con una medida mayor (Efesios 3:20).
Contamos con una herencia en Él (Hechos 20:32; Colosenses 1:12). Su Palabra nos da a conocer lo que nos pertenece. Y mientras tú estudias las escrituras en este bosquejo, nosotros oraremos
para que obtengas la fortaleza y el conocimiento de tu redención, de quién eres en Cristo, y para que experimentes Su bondad y que seas saciado con Su plenitud.
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