El Tercer Cuadro
Este cuadro, nos muestra la condición del corazón de un pecador arrepentido en verdad. Ahora él ve lo grande y lo horrendo de sus muchos pecados por los cuales Jesús murió en la cruz. Cuando él contempla la cruz, la cual el ángel, la Palabra de Dios le revela, quebranta a su corazón ahora contrito, y es consternado con remordimiento y dolor profundo, sentidos en el corazón por sus muchos pecados. Al ver el gran amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, este amor está derritiendo su corazón, especialmente cuando, comienza a darse cuenta de que Jesucristo el Hijo de Dios vino para llevar sus muchos pecados, cuando quiso morir en su lugar sobre el árbol maldito.
El hecho de que Jesús fue azotado, coronado con espinas, tuvo clavos crueles atravesados en sus manos y en sus pies y murió en una cruz por nuestros pecados, es hecho real y profundo en el pecador arrepentido, revolucionando su corazón y vida. A medida que lee la Palabra de Dios en la cual él puede verse como en un espejo, él se da cuenta más y más de cuán lejos se ha apartado de Dios y ha transgredido sus mandamientos. Dolor y contrición profunda se apoderan de él, cuando derrama su corazón delante de Dios con lágrimas y clamor amargo.
EL CORAZÓN ARREPENTIDO
Jesús se le está acercando. El amor y la paz de Dios entran en su corazón cuando comienza a darse cuenta “La sangre de Jesucristo, su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu" (Sal. 34:16). También la Palabra de Dios declara, "Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (Isa. 66:2). El Espíritu Santo le susurra las palabras de Jesús "Ten ánimo, hijo (hija); tus pecados te son perdonados" (Mat. 9:2). Mientras está mirando a la cruz y a la sangre de Jesús vertida en la cruz, creyendo que todo fue hecho por él, comienza a darse cuenta de que su carga ha sido quitada de él, porque Jesús ha llevado nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, “Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”, con todo eso “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Isa 53:1-12).
La luz del Espíritu Santo ahora llena su corazón que había sido oscuro y sucio. Él está ahora limpiado y hecho blanco como la nieve por medio de la sangre de Jesús; “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). “El Espíritu Santo mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que es perdonado, y por gracia, se ha convertido en hijo de Dios” (Rom. 8:16). Él está ahora seguro de que el que cree en Jesús no perecerá, sino tendrá la vida eterna “Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:10-11). Porque en Jesús “Tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef. 1: 7). Los deseos pecaminosos de la carne ahora son reemplazados por un deseo profundo de vivir para Dios y servirle a “Quien nos amó primero”. En lugar de amar al mundo y a las cosas del mundo, ama a DIOS y a las cosas de Dios.
Por lo tanto en este cuadro encontramos a los animales que representan al pecado, fuera de su corazón, aunque Satanás se resiste a dejar su primera habitación mirando atrás y esperando encontrar entrada una vez más. Esta es la razón por la que el Señor Jesús nos advirtió que debemos velar y orar para resistir al diablo para que él huya de nosotros.
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