El Octavo Cuadro
Aquí encontramos al pecador que pospone y al apóstata acercándose a la muerte, su cuerpo puede
estar lleno de dolor y su alma llena con el temor de la muerte. La muerte (el
esqueleto) ha venido en un tiempo inesperado y cuando no se le quiere.
8. EL SUPLICIO DEL PECADOR
Los placeres engañosos del pecado se han pasado, y la realidad terrible de las grandes sumas y
terribles salarios del pecado tienen que arrostrarse. Las agonías del infierno han cogido a su víctima. Aunque él ahora tiene deseos vehementes de orar, encuentra que no puede obtener comunión
con el Dios cuyo amor ha despreciado por tanto tiempo. Sus amigos de antes tienen miedo de pararse al lado de su cama, y sus palabras vacías de consuelo no pueden ayudarle ahora. Probablemente él
obtuvo riquezas que no pueden alargar su vida, ni salvar su alma, ni aliviar la agonía de su alma. Encuentra imposible de concentrarse a Dios porque el diablo no le da ninguna oportunidad de
hacerlo. Todo lo que él antes había amado y para lo cual había vivido, parece que se le hace la burla y aún su pastor infiel, probablemente no convertido, no le puede ayudar ahora, puesto que él
ha despreciado la gracia de Dios y ha caído bajo la condenación de la ley. Comienza a darse cuenta de que “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo" (Heb. 10:31). Había esperado
arreglar su cuenta con Dios en algún día conveniente, o en el lecho de la muerte, pero ahora encuentra que es demasiado tarde. Miles de personas mueren repentinamente, sin tener una oportunidad
de buscar a Dios en sus lechos de muerte. Por lo tanto es esencial buscar a Dios mientras puede ser hallado; este pecador que está muriendo que rechazó la gracia y el amor de Dios durante el
tiempo de su vida, en vez de oír las palabras consoladoras y salvadoras de Dios, ahora tiene que oír la voz de su Juez, el Salvador a quien rechazó, diciéndole “Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mat. 25:41). “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb.
9:27).
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